Los
sapos son animales tímidos, por lo general nocturnos, que durante el día se
ocultan en lugares oscuros y durante la noche se dedican a la caza de insectos,
gusanos, babosas, lombrices y otros invertebrados. Normalmente son de color
pardo grisáceo, tienen verrugas en la piel, la cabeza plana, glándulas
parótidas hipertrofiadas por encima de los oídos, ojos brillantes similares a
gemas con pupila transversal y dedos parcialmente palmeados. Son más torpes que
las ranas y no pueden saltar tan lejos como ellas.
La
lengua del sapo está fijada a la parte anterior de la boca. Lanzan ésta hacia
adelante y su extremo pegajoso atrapa a la presa y la lleva de regreso a la
boca. Algunos sapos tienen dientes, pero dado que los anfibios no pueden
masticar, sólo les sirven para sujetar a sus víctimas. La lengua produce una
mucosidad que les ayuda a engullir a sus víctimas. Todos los anuros parpadean
al tragar y, dado que no existe hueso alguno entre el ojo y la boca, el ojo se
desplaza hacia atrás, lo que impulsa a la presa hacia el interior de la boca.
Durante
los meses fríos los sapos hibernan enterrándose en madrigueras. En primavera se
aparean y las hembras ponen sus numerosos huevos en estanques en forma de
cadenas gelatinosas de hasta 1,2 m de longitud. Los renacuajos son más pequeños
y oscuros que los de las ranas y no se transforman en sapos terrestres hasta el
siguiente otoño.
Los
sapos comienzan su vida como renacuajos con su cuerpo similar a un pez, sin
patas y respirando a través de las branquias. Durante su metamorfosis, aparecen
las patas, desaparece la cola y la respiración pasa a ser pulmonar.
Reino: Animalia
Filo: Chordata
Clase: Amphibia
Orden: Anura
Suborden: Neobatrachia
Familia: Bufonidae